Queridos
amigos profesores:
En este tiempo de
Adviento previo a la Navidad, quisiera hacer una reflexión sobre la necesidad
que tienen los niños, adolescentes y jóvenes de crecer en la esperanza, pues, a
pesar de que tienen por delante toda la vida y su edad les favorece esperar, no
siempre lo consiguen, dado que nuestra sociedad no alienta la verdadera
esperanza o la relega a lo meramente material. Se esperan cosas, mejoras de
vida, situaciones de diversión, de triunfo, etc.
Nuestros alumnos
deben esperar en las posibilidades que se encierran en ellos mismos. Creer en
sí mismos. Poseen un caudal de riqueza que deben aprender a descubrir, con la
ayuda vuestra, para saber que el futuro es una aventura apasionante si explotan
bien sus riquezas. Creer en uno mismo es fundamental para alcanzar lo que se
desea. A veces, el interés por un mismo se desplaza hacia los «modelos» que les
presenta la sociedad, los medios de comunicación social, los programas estrella
de televisión y se alienan aspirando a ser como ellos. Y se frustran si se
comparan con los que triunfan. Hay que ayudar a las nuevas generaciones a poner
en juego los dones que tienen y esperar con realismo en que darán fruto si los
cultivan. Cada uno debe ser él mismo, sin comparaciones estériles.
Hay que esperar
también en los demás. Nuestra sociedad, a pesar de los mensajes que lanza sobre
la solidaridad, el trabajo común, la confianza en los otros, es también una
sociedad líquida donde apenas cuentan las fidelidades, el sentido de
pertenencia, la verdadera confianza en el otro. Hay mucho individualismo y
soledad, incluso entre los niños, adolescentes y jóvenes. Confiesan que no se
les escucha ni se les atiende en sus necesidades íntimas, o carecen de
verdaderos confidentes que puedan ayudarles a dar respuesta a sus luchas
internas. Confiar y esperar en el otro, con discernimiento, es fundamental para
crecer con seguridad y abrirse a quien puede echar una mano.
Por último, es
fundamental y prioritario, esperar en Dios. Sin Dios es imposible la verdadera
esperanza porque él viene a responder a los grandes interrogantes del ser
humano. Lo más hermoso del cristianismo es que Dios se ha hecho como nosotros
para comprendernos mejor y poder responder de tú a tú a nuestras inquietudes.
Dios ofrece respuesta a la vida y la muerte, al amor y al deseo de felicidad,
al dolor y a la verdadera alegría. Dios ha venido a compartir con nosotros la
vida y a acompañarnos en el camino sin perder nunca de vista la meta a que
aspiramos. San Rafael Arnáiz escribió un libro de pensamientos muy hermoso,
titulado «saber esperar». De esto se trata.
Os saludo con
afecto
+ César Franco
Obispo de Segovia