21 ene 2019

MES DE ENERO



Queridos amigos profesores:

            Hemos comenzado un año nuevo y reanudamos la tarea de educar. Lo hacemos con la ilusión de poder acompañar a los alumnos en la aventura de su crecimiento como personas. No es nada fácil, lo sabemos bien. Pero no debemos desfallecer aunque tengamos que luchar con muchos obstáculos.

            El primero de ellos es la vulnerabilidad de las jóvenes generaciones. En el Sínodo de los Obispos sobre los jóvenes se ha tratado sobre este tema que nos afecta a todos como educadores. Las jóvenes generaciones son muy vulnerables. Traen heridas a veces desde la familia que sufre desestructuración. La influencia de los diversos modelos de familia, que se difunden por la red, es muy grande y se cuestionan valores fundamentales que impiden enraizarse adecuadamente en la familia y en la sociedad. También en el ámbito estudiantil se dan situaciones que afectan al desarrollo normal de la persona: críticas, marginaciones, determinadas violencias físicas y sicológicas.
            Es preciso crear un ámbito de confianza donde los jóvenes abran su intimidad, sean escuchados, comprendidos y acompañados de forma personal. Sólo así pueden manifestar sus heridas y encontrar el afecto para sanarlas y hacerse fuertes en su personalidad. El Sínodo ha hablado mucho de las necesidad de laicos y pastores que asuman este compromiso de acompañar. Es verdad que nos sentimos abrumados con muchas obligaciones y responsabilidades, pero no debemos dejar este trabajo de «escuchar». Sólo así evitamos que nuestros alumnos se cierren en sí mismos, o en la red, que, como bien sabemos, esconde muchos peligros y se convierte en el «tutor» universal de las nuevas generaciones. Dice el documento final del Sínodo que «web y redes sociales son una plaza en la que los jóvenes pasan mucho tiempo» (nº 22). Ciertamente ofrece muchas posibilidades para el dialogo positivo y la comunicación, pero también «el ambiente digital es un territorio de soledad, manipulación, explotación y violencia, hasta llegar al caso extremo del dark web» (nº 23).
            El diálogo personal, de tú a tú, entre el educador y el educando, es insustituible. Es el ámbito propio del contraste y del aprendizaje, el lugar de la confianza y apertura interior.  Por ello, debemos buscar momentos para establecer estos lazos que, una vez creados, se hacen irrompibles. Debemos buscar esos momentos que nos permiten, con nuestra experiencia y pedagogía, acompañar a quienes en tantas ocasiones se sienten huérfanos.

            Con mi cordial afecto

            + César Franco
            Obispo de Segovia.