Queridos amigos profesores:
Metidos en el
tiempo de Cuaresma, quiero dedicar estas líneas a indicar algunas pistas que
ayuden a vuestros alumnos a entender este tiempo litúrgico de la Iglesia, que
goza de poco prestigio y necesita una buena pedagogía.
La Cuaresma ha
sido presentada con frecuencia como un tiempo de prácticas obsoletas, poco
acordes a la mentalidad actual. Al venir precedida de los carnavales, da la
impresión de que es un tiempo triste, cargado de ideas oscurantistas sobre la
penitencia, el ayuno, etc. Los
carnavales son alegres, divertidos, con auge creciente. La Cuaresma es triste,
aburrida y anticuada.
Una pedagogía
apropiada debe resaltar que la Cuaresma es un tiempo de preparación a la
Pascua, que ayuda a vivir los grandes misterios de la Pasión, Muerte y
Resurrección del Señor. En este sentido es un tiempo que favorece la reflexión
sobre el significado de los últimos acontecimientos de la vida de Cristo,
fundamento de la fe cristiana.
Las prácticas
típicas de la Cuaresma, basadas en la enseñanza de Cristo, son la oración, el
ayuno y la limosna, que no tienen nada de anticuado si se las presenta bien.
Jesús dice que estás prácticas deben hacerse sin ostentación y para que las vea
Dios, no la gente. Insiste en la interioridad y en la alegría que deben
caracterizar la vida del cristiano.
Para subrayar su
actualidad, podemos apoyarnos en que el hombre necesita momentos de entrar en
su interior, reflexionar, meditar y orar. Sólo así puede ser realmente hombre,
encontrarse consigo mismo y con Dios.
Hoy hablamos
mucho de solidaridad con los pobres, atención a los necesitados, preocupación
por los débiles. Pero esto se queda en palabras hipócritas si no compartimos
los bienes, damos nuestro tiempo a las obras de caridad y nos privamos de
caprichos y gastos inútiles para ayudar a otros en sus necesidades básicas.
Esto es lo que significa el ayuno y la limosna. Y, como dice Jesús, la mano
izquierda no debe saber lo que hace la derecha, ni debemos poner cara tristes
cuando ayunamos, para que así no nos aplaudan los hombres sino Dios.
¿No es esto
atractivo? ¿No es actual? ¿No hacemos sacrificios cuando queremos estar en
forma o ganar una competición?
Pues si eso lo
hacemos para fines humanos, ¿no debemos hacerlo para el bien del espíritu?
Con mi cordial
saludo
+ César Franco
Obispo de
Segovia.