Diciembre es un mes propicio para recuperar la Navidad, también en la enseñanza religiosa. Sabemos bien que el laicismo imperante intenta borrar los signos y la tradición cristiana en sus fundamentos y en sus expresiones religiosas y culturales.
Navidad es una
fiesta cristiana, que conmemora y actualiza en la Liturgia el Nacimiento de
Cristo, Príncipe de la paz. Es una fiesta entrañable, familiar, porque reúne a
toda la familia en torno a otra familia, Jesús María y José, que representa
todos los valores que el hombre anhela en su corazón: paz, alegría, amor,
unidad. Celebrar esta fiesta no es imponerla a nadie, pero no debemos perder la
libertad de vivirla, defenderla y educar a los alumnos a entenderla como
conviene, porque también la Navidad puede ser deteriorada por los propios
cristianos cuando la convertimos en una fiesta pagana.
Desvirtuamos la Navidad cuando la convertimos en ocasión de consumo y favorecemos el gasto inútil. No acabamos de comenzar el Adviento y el comercio ya está «celebrando» la Navidad con sus propagandas de mercado. Debemos defendernos del consumismo. Debemos recuperar los valores navideños: austeridad, solidaridad, comunión con los pobres y necesitados. En la educación religiosa, tenemos el ejemplo de Cristo para explicar el significado de la opción por los pobres, y la renuncia a todo lo que nos empuja a gastar sin sentido, aunque sea con apariencia de bien. Si nos dejamos llevar por la tendencia consumista, ¿cómo defender el valor religioso de la Navidad? Sencillamente, resulta imposible.
Desvirtuamos la Navidad cuando la convertimos en ocasión de consumo y favorecemos el gasto inútil. No acabamos de comenzar el Adviento y el comercio ya está «celebrando» la Navidad con sus propagandas de mercado. Debemos defendernos del consumismo. Debemos recuperar los valores navideños: austeridad, solidaridad, comunión con los pobres y necesitados. En la educación religiosa, tenemos el ejemplo de Cristo para explicar el significado de la opción por los pobres, y la renuncia a todo lo que nos empuja a gastar sin sentido, aunque sea con apariencia de bien. Si nos dejamos llevar por la tendencia consumista, ¿cómo defender el valor religioso de la Navidad? Sencillamente, resulta imposible.
Os invito, amigos
profesores, a que invitéis a los alumnos a reflexionar sobre el Nacimiento de
Cristo en nuestra vida real. No sólo a poner el belén, que recuerda el misterio,
sino a descubrir cómo puede nacer Jesús en nuestra vida, que es lo más bello
que puede ocurrir. Dios nace en mí cuando me asemejo más a Cristo y vivo
imitándole. Nace en mí, cuando me hago compasivo con los sufren; nace en mí
cuando me hago más pobre para atender a los pobres; cuando sirvo a los que me
necesitan; cuando visito a los enfermos, consuelo a los tristes y acompaño a
los ancianos. Nace en mí cuando busco un momento diario de oración, escucho su
palabra y la hago vida.
Navidad es el
Nacimiento de Cristo aquí y ahora, en mi historia personal, familiar y social.
Si vivimos así la Navidad, nada ni nadie podrá paganizarla ni hacerla
desaparecer de nuestra sociedad. Si somos nosotros, los cristianos. quien la
paganizamos, no necesitamos que otros lo hagan. Nos bastamos solos.
Con mi cordial afecto, os deseo a todos Feliz Navidad.
Con mi cordial afecto, os deseo a todos Feliz Navidad.
+ César Franco
Obispo de
Segovia.